El asfalto frío tiene varias ventajas ambientales, económicas y técnicas frente al asfalto caliente, como:
– Ahorrar energía y reducir las emisiones de gases contaminantes al no requerir calentamiento.
– Facilitar el transporte, el almacenamiento y la aplicación del material al no necesitar mantenerlo a alta temperatura.
– Mejorar la adherencia y la resistencia del pavimento al evitar la oxidación y el envejecimiento del betún.
– Permitir la incorporación de materiales reciclados o residuos, como neumáticos, plásticos o vidrios, que mejoran las propiedades del asfalto y disminuyen el impacto ambiental.
– Aumentar la seguridad laboral al evitar el contacto con materiales calientes y los riesgos de incendio o explosión.
El asfalto frío se puede aplicar con equipos convencionales o manuales, dependiendo del tamaño y la complejidad del proyecto. Los pasos básicos son:
– Preparar la superficie a pavimentar, limpiándola de polvo, grasa o vegetación y nivelándola si es necesario.
– Extender una capa de imprimación o adherencia sobre la superficie para mejorar la unión con el asfalto frío.
– Verter el asfalto frío sobre la superficie y extenderlo con una pala, un rastrillo o una máquina extendedora hasta lograr un espesor uniforme.
– Compactar el asfalto frío con un rodillo o una plancha vibradora para eliminar el aire y mejorar la cohesión del material.
– Dejar secar el asfalto frío durante el tiempo necesario según las condiciones ambientales y el tipo de emulsión utilizada. El tiempo de curado puede variar desde unas horas hasta varios días.